martes, 16 de julio de 2013

Misiva número 1


Cuánto alivio siento al ver que aún no respiras el hastío de estas épocas agónicas. No tienes idea del monopolio sentimental que se está desatando aquí. Y para mi, es un alivio no encontrarte aquí en la etapa del declive.
Aunque ten en cuenta, que por más que la vida se le de la gana de ponerse "degradé", yo siempre estaré allí contigo. Jamás encontrarás tan fiel compañero en tus caminos.

La vida se vuelve en contra mía por ratos y en esos momentos es cuando más te necesito; pero debes ser paciente, así como yo he tenido que serlo al esperar tu llegada. Porque si algo he de enseñarte en la vida es que la paciencia te llevará muy lejos y no el afán incesante del que poco aprecia. Para eso y para todo ya tendremos tiempo -aunque sea inútil ocultarte cuánto deseo tenerte a mi lado- ya quiero perderme junto a ti entre la realidad y la fantasía, para extraviarnos allá en un punto entre la literatura y la luna... para llorar, reír, discutir, amar o simplemente para decidir al azar quién hará los quehaceres de la casa. 

Cuando la vida lo demande, aquí me encontrarás; impaciente. Porque hay tantas cosas que quiero mostrarte que no sé ni por dónde comenzar.
Hasta entonces, con lo poco que queda de mi paciencia, sabré aguardar. Aquí estaré, hasta que vengas a despertarme de la pesadilla que no da su brazo a torcer; para darle sentido a esto de luchar por alguien.

Hasta entonces, seremos fuertes, vida mía.
Tanto como sé que lo serás tú.
Por favor excusa mi escritura torpe.
Prometo escribir nuevamente.

Te extraño.
Aún sin conocerte.
Un buen día de estos nos veremos, Gabrielle.
Y el placer será todo mío.

domingo, 17 de febrero de 2013

El poema de la tormenta

Observa con cautela,
Mis letras invocan el lamento del cielo.
Percibe,
La solitud de mi tormenta,
Y satura tus pulmones con el vaho del silencio.

Las miles de gotas de diluvio;
Evocadas por mi oda, 
Son mis lágrimas.
El trueno que golpea la tierra,
Es mi pasión.

Aquí yacen los versos que limpiarán,
Bajo la tempestad,
Tu alma oscura junto a la mía.

Conserva estas palabras en tu corazón.

jueves, 17 de enero de 2013

Los tiempos se han alterado

La furia de la causalidad, una tormenta pérfida que arrastra al que sea sin contemplación. Y nosotros, en el ojo de la tempestad, en el estómago de la sensibilidad, en la ferocidad del efecto. El tiempo ha pasado, miramos atrás con sorpresa y nos encontramos aún de pie, mucho después de la mierda. La respuesta se evidencia y se adelanta a la pregunta; ya no estamos bajo borrascas ineludibles, ni bajo el efecto del veneno auto destructivo que nos embriagaba. Ya no están las mentiras que mutilaban, la rabia sórdida, la aversión enamorada.

Ahora la lluvia nos lava las penas, nos recuerda a carreteras empapadas. Nos embriagamos de nuestra propia esencia, nos enredamos en sábanas longevas, interpretamos nuestra música sin animadversión, decimos poco pero hacemos mucho, reprobamos toda idea que nos separa y acunamos todo sueño que nos amalgama. Somos y seguiremos siendo.

Nuestras almas aprenden cada día más a cohabitar, hace rato se dieron cuenta de que separadas sólo son una mitad. Ya no posee sentido una noche sin una historia, una tarde sin mil besos, una despedida si al caminar un metro en direcciones contrarias no nos estamos extrañando, un viaje sin la compañía, un despertar sin tus ojos; una reconciliación sin el abrazo que funde nuestros pechos.

Los tiempos se han alterado, sí. Y te mentiría si dijera que te amo como la primera vez. Ya no te amo igual. Ya entendí de qué trata eso de hacerte feliz.
Ahora te amo mejor.
Sigo queriéndote a mi lado por siempre.
Para que me complementes, para que me sigas haciendo reír, para que me sigas acoplando, abriendo, atrayendo, conglomerando, envenenando, matando; llenando de vida.

Es que esto de estar a tu lado y hallarte es lo mejor que me ha ocurrido.