viernes, 21 de febrero de 2014

Tantibus

Son aproximadamente las diez de la mañana, el día se muestra completamente nublado y un gris débil se refleja sobre el pavimento y los edificios; o al menos así se ve desde la ventana del quinto piso en el que me encuentro. Ni una sola alma hacía ruido aquel día, ni se veía persona alguna. A paso decidido abro una puerta de madera en muy mal estado que aparentemente comunica con un apartamento contiguo. La puerta estaba abierta, ya lo esperaba; al segundo siguiente la imagen de podredumbre atiborra todos mis sentidos con un malestar enfermizo. Saturados de un hedor malsano, en algún momento mis nervios olfatorios dan quiebre, mis párpados apenas pueden mantenerse abiertos mientras hago esfuerzos sobrehumanos para mantener el contenido de mi estómago en su lugar. No puedo ver nada que ocasione tal peste a simple vista, pero la escena del interior del apartamento luce mórbida y enferma. Hay cientos de grabados complejos dibujados a lo largo de todas las paredes, entramados negros que dan vueltas entre recovecos y que de repente parecen moverse y figuras que relaciono con ojos sin párpados; ojos escarlata que dan la impresión de estar observando a donde sea que voy. La sensación de malestar se incrementa con las miradas insanas, el delirio se revela: entre todas estas cosas, hay un espejo de tamaño gigantesco puesto en una de las paredes más grandes de la sala de estar... y hay otra versión de mi mirándome a través del espejo. Es la muerte en mi disfraz. Sus pupilas se dilatan mientras me sonríe. Se sube la manga de la camisa para dejar el antebrazo al descubierto y sin apartar sus ojos de mi mirada ni ocultar su sonrisa, comienza a rasgar la piel con sus propias uñas hasta lograr un corte profundo. Era tal el estado de trance en el que me encontraba, que inadvertido, ignoré que todo lo que hacía mi reflejo me ocurría a mi también. El espectro, observa con quietud. Abre sus brazos y los extiende hacia mi. Cierro mis ojos y me dejo llevar; siento que cada una de las partes de mi cuerpo son desmembradas. Abro mis ojos y con sopor, estoy de vuelta al mundo real o al menos eso creo; desde ahora no volveré a tomar una siesta en la tarde.