jueves, 17 de enero de 2013

Los tiempos se han alterado

La furia de la causalidad, una tormenta pérfida que arrastra al que sea sin contemplación. Y nosotros, en el ojo de la tempestad, en el estómago de la sensibilidad, en la ferocidad del efecto. El tiempo ha pasado, miramos atrás con sorpresa y nos encontramos aún de pie, mucho después de la mierda. La respuesta se evidencia y se adelanta a la pregunta; ya no estamos bajo borrascas ineludibles, ni bajo el efecto del veneno auto destructivo que nos embriagaba. Ya no están las mentiras que mutilaban, la rabia sórdida, la aversión enamorada.

Ahora la lluvia nos lava las penas, nos recuerda a carreteras empapadas. Nos embriagamos de nuestra propia esencia, nos enredamos en sábanas longevas, interpretamos nuestra música sin animadversión, decimos poco pero hacemos mucho, reprobamos toda idea que nos separa y acunamos todo sueño que nos amalgama. Somos y seguiremos siendo.

Nuestras almas aprenden cada día más a cohabitar, hace rato se dieron cuenta de que separadas sólo son una mitad. Ya no posee sentido una noche sin una historia, una tarde sin mil besos, una despedida si al caminar un metro en direcciones contrarias no nos estamos extrañando, un viaje sin la compañía, un despertar sin tus ojos; una reconciliación sin el abrazo que funde nuestros pechos.

Los tiempos se han alterado, sí. Y te mentiría si dijera que te amo como la primera vez. Ya no te amo igual. Ya entendí de qué trata eso de hacerte feliz.
Ahora te amo mejor.
Sigo queriéndote a mi lado por siempre.
Para que me complementes, para que me sigas haciendo reír, para que me sigas acoplando, abriendo, atrayendo, conglomerando, envenenando, matando; llenando de vida.

Es que esto de estar a tu lado y hallarte es lo mejor que me ha ocurrido.