jueves, 17 de enero de 2013

Los tiempos se han alterado

La furia de la causalidad, una tormenta pérfida que arrastra al que sea sin contemplación. Y nosotros, en el ojo de la tempestad, en el estómago de la sensibilidad, en la ferocidad del efecto. El tiempo ha pasado, miramos atrás con sorpresa y nos encontramos aún de pie, mucho después de la mierda. La respuesta se evidencia y se adelanta a la pregunta; ya no estamos bajo borrascas ineludibles, ni bajo el efecto del veneno auto destructivo que nos embriagaba. Ya no están las mentiras que mutilaban, la rabia sórdida, la aversión enamorada.

Ahora la lluvia nos lava las penas, nos recuerda a carreteras empapadas. Nos embriagamos de nuestra propia esencia, nos enredamos en sábanas longevas, interpretamos nuestra música sin animadversión, decimos poco pero hacemos mucho, reprobamos toda idea que nos separa y acunamos todo sueño que nos amalgama. Somos y seguiremos siendo.

Nuestras almas aprenden cada día más a cohabitar, hace rato se dieron cuenta de que separadas sólo son una mitad. Ya no posee sentido una noche sin una historia, una tarde sin mil besos, una despedida si al caminar un metro en direcciones contrarias no nos estamos extrañando, un viaje sin la compañía, un despertar sin tus ojos; una reconciliación sin el abrazo que funde nuestros pechos.

Los tiempos se han alterado, sí. Y te mentiría si dijera que te amo como la primera vez. Ya no te amo igual. Ya entendí de qué trata eso de hacerte feliz.
Ahora te amo mejor.
Sigo queriéndote a mi lado por siempre.
Para que me complementes, para que me sigas haciendo reír, para que me sigas acoplando, abriendo, atrayendo, conglomerando, envenenando, matando; llenando de vida.

Es que esto de estar a tu lado y hallarte es lo mejor que me ha ocurrido.

lunes, 1 de octubre de 2012

Procedimiento post-mortem


Uno. Estoy sentado en mi habitación, hay que cerrar la puerta con llave (claro, será más práctico y evitaré interrupciones indeseables). Frente a mi yacen con meticulosidad premeditada un lapicero de tinta negra y una hoja grande, tan vacía como mis exiguas entrañas. Pero esperen, mis manos tiemblan y las lágrimas están manchando la hoja blanca; tomaré un buen suspiro. Garabateo con una caligrafía lamentable un título que dice "Para mi familia y seres amados" y me lamento mil veces por nombrar esa maldita carta de manera tan estúpida, pero qué importa ya. (¿Qué demonios ocurre ahora?) No logro conectar mi mente con mis manos y las palabras con las que intento empezar la carta se me hacen llanas y sin sentido, ya no hay cohesión (Pero a nadie le importará).

Dos. Creo que ya es muy tarde, pero supongo que nunca es tarde o temprano para la muerte. (Claro, después de todo vendría por mi cuando menos lo pensara y prefiero controlar mi propio destino a base de mi propia decisión) Mejor dejaré la carta así como está, igual nadie lo entenderá. Apago la luz con suavidad y dejo que mis ojos se acostumbren lentamente al cambio. La sonata claro de luna ya suena por décima vez, cierro los ojos con sosiego y aguardo con el brazo extendido a que la maravillosa pieza retorne a su "Adagio sostenuto" porque no quiero hacerlo mientras escucho el "Presto agitato". La sonata para piano me otorga su permiso, cierro los ojos y la imagino por última vez (sí, siempre le dije que lo último que quería ver antes de morir era su rostro), mi cabeza se deja caer por un peso inconsciente hacia atrás, aguanto la respiración y hundo con parsimonia el metal frío en mi piel (pronto ya no sentiré nada). El charco inmundo de sangre parece ya un pantano de linfa, qué desastre (adiós, igual siempre te amaré).

Tres. Es miércoles, el alba ya hizo su aparición y su sopor también. Mi madre no acostumbra despedirse a las seis de la mañana, pero dicen por ahí que ellas saben, siempre saben. Intenta abrir mi puerta pero es inútil. Un golpe, dos golpes, no hay respuesta (ya no estoy aquí). Diez golpes, once golpes, doce golpes, "¿porqué no abres la puerta? sólo quiero despedirme antes de irme al trabajo" (pero es muy tarde ya, mamá). Mi padre se despierta por tanto alboroto, con enojo afirma que si tantas ganas tiene de despedirse, abrirá la puerta con las llaves y así lo hace. Lo siguiente es una procesión silenciosa, la pantomima fúnebre es evidente y ambos se quiebran en la entrada de mi cuarto. Mis hermanos ya se habían ido al colegio (mejor así), mis padres se hacen cargo de mi cadáver lastimero y me lloran. "¿Porqué lo hiciste?, ¡Despierta!". 

Cuatro. Ambos observan mi cuerpo inerte con incredulidad y ahora se culpan por mi decisión (por favor, ustedes no tienen nada que ver con esto). La perturbación se desata y todo el mundo se entera. Todos incluso ella; la razón de mi ya caducada vida. Ah, llega el otro día y un funeral improvisado se celebra en mi nombre. Y allí están todos, incluso ella. Otra vez la sonata y una cantidad desmedida de rosas rojas (qué bien, lo recordaste). Al día siguiente mi cuerpo lánguido ya está tres metros bajo tierra y ella arroja a mi fosa sepulcral un anillo de plata con diseños complejos.

Cinco. Pasan los meses. Ella ahora no sale de mi habitación. Se queda varios días y pide permiso a mis padres para que le permitan dormir ahí, entre mis cartas, mis afiches y mi olor perpetuo a sangre coagulada. Se culpa mil veces más antes de conciliar el sueño y dormitar entre sus lágrimas (pero si esto tampoco tiene que ver contigo). Bueno, no fui capaz de quedarme en nuestro mundo apocado para seguir luchando batallas perdidas; cúlpame a mi. 

Cúlpame, pero nunca me dejes de amar. Cúlpame, pero no me odies, nos volveremos a ver algún día. Lejos de tanta mierda.

Seis. Lágrimas. Siete. Arrepentimiento. Ocho. Culpa. Nueve. Amor inmortal. Diez... un "2" por siempre.

lunes, 25 de junio de 2012

El día de mi muerte

"Será un día especial, ese día no te veré detrás para hacerme regresar. No te querré. Me harté de la vida. Me cansé de retornar, de caer y volverme a levantar para volver a caer. Te quiero pero no eres mi sombra. Fuiste una vaga palabra, una vana ilusión, un arte para amar. Amanecerá como te lo prometí, con olores de primavera, con los colores que te rodeaban cuando te vi. Tus años de otoño ya me dejarán reposar; sobre mi alma te guardaré con los deseos no cumplidos, aquellos sueños caídos recogeré; convertidos en una estrella fugaz.

Esas flores que veo que has dejado para perfumar mi sepulcro y todo lo que alguna vez realicé con esmero, sabré que de algo valieron... Ya sé que lloras, no por mi si no por mi ausencia hostil. Yo quiero que seas feliz. No me odies que yo siempre te perdonaré. Mis ojos se apagan ante tu voz leve.
Aquí junto a los ángeles gobernaré tu refugio y verás que el dolor de tu pecho estará inerte. Mi vida, no te dejo. Ya sabes que siempre te espero".

- Anónimo.

Una suave brisa siento en mi rostro. Miro mi cuerpo pero ya no soy yo, es demasiado tarde. Mi cuerpo tendido yace en el suelo; dulce sepulcro, muerte y dolor. Mi gélida lápida se desdibuja marcada por tu ausencia y mi testamento te incluye en cada renglón. Es una lástima que olvidaras que eres el sustento de este cuerpo mortal y marchito. Si me dejaste, ahora llórame. Susurra los acordes lacerados de mi sonata del claro de la luna y rasga en mi ataúd mi moribundo epitafio:
"Dicebant mihi sodales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas".

viernes, 30 de marzo de 2012

Enfermedad colectiva-femenina


Mencionando cosas que aparentemente están de moda en algunas relaciones sentimentales, recordé hace poco con bastante desagrado cierta situación repetible que parece estar calcada en mi cerebro. Hace no más de tres meses, me encontraba en una reunión social con ciertos compañeros, compartiendo unos tragos de whisky y hablando de múltiples temas a la vez (en realidad yo sólo estaba concentrado en cegar mi mente a punta de relámpagos de alcohol), cuando de repente y sin razón alguna, uno de los invitados a dicha reunión, rompió el hilo de toda conversación con una frase que jamás olvidaré: 

- "¡Es que las mujeres los prefieren ñeros!"
... Mi reacción fue inevitable, creo que volteé a mirar a tal tipejo, clavándole una mirada despreciable que fue evidente. Pero el tipo agregó:
- "¡No me vallan a decir que no! si ustedes saben perfectamente que las viejas se sienten más apegadas al hombre mientras más las traten mal, mientras más ñero sea el tipo".

Este macaco baboso había dicho tales palabras con tanta confianza y severidad, que en realidad me dediqué a analizarlas, a pesar de mi estado. Lo peor no fue tener que darme cuenta de que el macaco tenía un poco de razón, porque mi cerebro comenzó a recordarme todos los casos en los que he visto y perdido a ciertas mujeres bajo la misma ley que el tipejo anunció; lo peor fue encontrar casos demasiado cercanos con personas cercanas.

Y sí, esta es nuestra realidad, mujeres. Así como ese tipo anunció cierta ley esa noche en la que las lágrimas me sabían a Whisky, yo también me atreveré a hacer mis aseveraciones aquí, ahora mismo. Muchas de ustedes gastan sus días detrás de un imbécil poco educado que siempre llega tarde, que nunca las valora ni las trata como personas si no como objetos morbo-sexuales que son útiles para varios oficios o favores. Estas sanguijuelas las llaman cuando se les da la gana, las dejan plantadas porque prefieren verse con otros  perros de su misma raza o con otras mujeres y ustedes se quedan con ese "quiero verte" nublando las tempestades que se forman en base a su frustración. Y entonces se enamoran de esta sanguijuela maldita, soñando con que la sanguijuela algún día hará metamorfosis y se convertirá en el hombre que tanto quieren... pero no, se equivocan. Son unas putas sanguijuelas, no son orugas; jamás tendrán alas. Y cuando menos se imaginan, este bicho rastrero ya habrá absorbido todo por lo que venía... sus sueños, sus planes a futuro, su forma inocente de hacer el amor, sus ganas de enamorarse, su todo.

Pero por supuesto, no diré que todas ustedes son iguales, porque no creo en el dicho estúpido de que todas las mujeres o los hombres son iguales. Muchas de ustedes, a pesar de la grandísima cantidad de mierda e infiernos personales por los que han tenido que pasar, siguen de pie, conscientes de que tarde o temprano tendrán la oportunidad de sus vidas con un hombre que no sigue a los estándares, con un tipo que usa su cerebro y que no cae víctima de aquella enfermedad colectiva-masculina que he llamado poligamia inconclusa.

A ustedes, mujeres luchadoras que seguramente ya fueron víctimas de estos bichos sin nombre, doy mis respetos de la manera más pura y sincera. Y sólo quiero recomendarles que jamás entreguen esa gran gama de potencial, belleza y ternura sin mirar a quién; al menos hasta que encuentren a ese ser errante que daría su vida y existencia sólo por verlas sonreír. Nunca jamás entreguen la llave que abre la puerta de sus vidas a seres invasores que sólo llegan a desordenar y destruir sus adentros; cuando hallen el loco incomprendido que quiere cambiarles la vida e incluso su futuro y que las ven más como la mujer con la cual pasarían el resto de sus días y no como una mujer con la cual pasarán un buen rato, no lo dejen ir. Cuando pase el tiempo y miren atrás, ya no habrá nada de que arrepentirse y al fin podrán dedicar sus vidas y su andar al lado de un tipo educado que  vendería sus días al diablo a cambio de darles sueños perpetuos que se cumplen con el paso del tiempo.
He dicho.

domingo, 25 de marzo de 2012

2. Nero


Él no es un tipo cualquiera. Frecuentemente sus allegados lo ven como un bicho raro al juzgar su manera de razonar y actuar. Posee cierta lógica felina y siempre hay algo que embruja su congestionada mente. Trabaja con los que él llama "perros" pero no se considera uno, su oficio militar le brinda con satisfacción todo por lo que lucha: la satisfacción de la persona que ama. Sí, ama desmedidamente y sin tapujos, por lo general es un tipo reservado, callado y frío pero no con su amada. Adora llegar en las tardes luego de aguantar miradas vacías y órdenes estúpidas para verla allí, esperándolo. Y gasta todo el dinero que gana en hacerla feliz, que para él es lo mismo que hacerse feliz a si mismo. Cuando no salen a algún lugar en específico, caminan por las calles con las manos en los bolsillos y luego llegan a su modesto apartamento a hacer el amor como dos locos.

Siempre cumple con su oficio sin preguntar, pero aquella tarde, las órdenes irracionales de algún cerdo baboso tras un escritorio le quitaron el sueño, las ganas, el alma, la vida. Debía proteger a otros cerdos en el campo de batalla... ¿Porqué? si la única persona que protegería con su vida lo esperaba en casa... El sentimiento se acumuló en su abdomen e hizo que se postrara, su novia lo esperaba y ya casi eran las 2:30.

Ella lo recibió en la puerta, como siempre solía hacerlo. Él se mordía los labios para que no se le escaparan las lágrimas. "Ven... tenemos que hablar" le preparó un chocolate caliente, la tomó de la mano y la llevó al sofá. Palabras... más palabras, excusas, lágrimas, promesas rotas, despedidas suicidas. Lunes en la tarde, abordó el tren. Lunes en la tarde, le dejó su corazón. Lunes en la tarde y desde la ventana le gritó: "Volveré".

Bastante tuvo que hacer para soportar tanta mierda lejos de su amada. Bastante tuvo que aguantar para no volarse la cabeza con sus ganas de volverla a ver... los asuntos se volvían más complicados, no había lugar seguro para él, no podía escribirle, no podía llamar... sólo aguantaba y luchaba para algún día volver.
La guerra incesante calló, después de tanto, el cerdo al que debía cuidar terminó con un agujero en la sien. A él no le importo, a Nero jamás le importó. Sólo existía un pensamiento: "Al fin volveré".

Con pasos torpes y afanados, bajó del tren y la imagen de Bianca despidiéndose allí mismo le taladró la cabeza... Ya son las 2:30 y él no ha llegado a casa. La tarde plomiza, el cielo nublado, las lágrimas de sangre. La puerta entre-cerrada (cariño, ¿dónde estás?), las cortinas cerradas (ya no me iré nunca jamás), su garganta cerrada, sus esperanzas también. La imagen que ante sus ojos desorbitados se presentó, lo dejó aturdido. Se acercó, pisó sus charcos de sangre, ella estaba sin vida y con ella sus sueños y su todo también (¿porqué ella y no yo?). Tomó su mano (Te amo), la besó en los labios (No sabes cuánto te extrañé), se acurrucó junto a ella y antes de activar el gatillo que ensordeció su vida, susurró:

"Pronto nos volveremos a ver. Te buscaré allí, donde cae el sol... y ya nada nos volverá a separar". 

1. Bianca

Ella no es una mujer promedio. Hace las cosas siempre a su manera de la misma forma en la que ama. Gasta horas leyendo los autores que más la hacen despegar, siempre que puede admira la luna como si se tratara de una estrella fugaz que le concede sus deseos, se llena de tedio cuando debe hacer algunas tareas hogareñas, en las tardes libres se acuesta en el sofá, escucha música sinfónica y comienza a soñar despierta, con tanta fuerza que siente como si alucinara; ama a sus animales y a su novio como si el mundo se fuera acabar al siguiente día. Sin embargo, restringe los sentimientos que tímidos y prevenidos afloran en lo más profundo de su pecho. Ella jamás fue desmedida.

El hombre que ama siempre vuelve a casa a las 2:30 como todo hijo prodigo. No espera a que él cierre la puerta para abrazarlo y recordarle con susurros tenues lo mucho que le hizo falta en su día. Pero mierda, hoy la mirada de su amado esta hundida y dispersa; ella de inmediato asume que algo anda mal.

Era una tarde plomiza y grisácea, él intentó calmarla pero le fue inútil. Preparó un poco de chocolate y se sentaron en el sofá de ese apartamento que encerraba su vida juntos a conversar acerca de temas inconclusos y mortales.
Un par de horas después las consecuencias eran inevitables. Bianca lloraba como si hubiera perdido una parte de si misma, su amante partiría a una guerra que no era de los dos, pero que les arrebataría todo por lo que lucharon. Todo era incierto, en el fondo ella sabía que su amado jamás volvería. Él empacó lo estrictamente necesario, pero dejó su corazón con ella. Partió una tarde en un tren y la dejó atrás, con sus sueños oxidados, con su adiós entrecortado.

Los segundos pasaban como años, los meses volaban y ella siempre clavaba la mirada hacia la puerta. Mierda, son las 2:30. El teléfono muerto, el correo muerto, su alma muerta, su corazón muerto. Sólo lloraba abrazada la almohada, suplicándole a su Dios incorpóreo que trajera su esposo de vuelta a sus brazos... pero el tiempo la mataba lentamente; no tardó en comprender que su soldado ya no estaba en este mundo.

Las 2:30, la tarde plomiza, el cielo nublado, las lágrimas de sangre. Dos cortes profundos en sus brazos dejaron drenar todo el dolor de su ausencia. Y allí, sobre aquel sofá en donde juntos se amaron, cerró lo ojos por siempre y pensó:

"Pronto nos volveremos a ver. Estaré junto a ti nuevamente, cuando caiga el sol".

viernes, 23 de marzo de 2012

No vuelvas la mirada


Dejémoslo todo y larguémonos a un lugar en el que los amaneceres no se impregnen con el desprecio hacia un nuevo día. Un lugar en donde no exista la maldita imprudencia, el refugio en donde ninguno de los dos saldrá dañado.

Un asilo sin bífidos que intentan separar nuestros caminos, la opción definitiva que nos aisle a nuestro mundo alterno, dimensión paralela. Un lugar en donde no sienta que pueda perderte al parpadear, albergue, guarida de nuestra voluntad. Un cielo en donde podamos perdernos en nuestras estrellas sin que nadie las apague ni las nuble. Un horizonte en donde puedan volar nuestras mentes, agarradas de la mano.
...
Vámonos, olvida las viejas puertas. No vuelvas la mirada, ya no mires atrás.