Hace eones, un mago paseaba con afán y desespero por un bosque encantado; mientras pensaba, dubitativo, una lágrima enjugó su mejilla.
Su soledad y la luna, eran sus únicas compañeras, pero sentía un inmenso dolor, ese vacío que no se lograba llenar con nada, la certeza de una vida y una muerte solitaria, el sueño de que algún día conocería el amor era lo único que lo consolaba; pero siempre sus visiones de una vida feliz se esfumaban, dejándolo aun más solo.
Una noche, harto de todo, decidió invocar a su única amiga, la luna e invocó una profecía:
"No desesperes, amigo mío" - exclamó la luna en una voz profunda que hizo vibrar las hojas de los árboles y que causó que todas las criaturas del bosque se escondieran.
"Nada en este mundo es para siempre... tampoco lo es tu soledad. Los guardianes divinos profetizan la llegada del amor a tu vida"
*El mago esbozó la sonrisa más grande que jamás se haya visto*
"Mas sin embargo..." - continuó la luna
"Debes ser fuerte, paciente y estar listo. Solo tendrás que saber reconocerlo" - la vibración de la luna cayó y el silencio volvió al bosque, los animales comenzaron a salir de nuevo de sus escondites.
El mago no podía creerlo, por fin un atisbo de esperanza se asomaba a su vida como un rayo de sol en invierno, decidido, volvió a su castillo llevando el paso más feliz que se haya visto en el bosque, muchos sentimientos se apoderaron de él, alegría y un poco de curiosidad, desde entonces no dejó de imaginar en su mente como sería su gran amor y la vida que quería llevar con ella, la veía riendo junto a él, abrazados. Pues toda su vida había deseado esto pero los eternos y largos años que le habían costado perfeccionar su magia, lo habían consumido por completo. La espera comenzaba a jugarle malas pasadas, pero cada vez que se sentía así sólo evocaba el recuerdo de la profecía, la cual memorizó: "debes ser fuerte, paciente, y estar listo. Solo tendrás que saber reconocerlo"- repitió el mago en voz alta.
Una tarde de primavera, después de tanto pensar, decidió salir a despejar su mente. Mientras caminaba nuevamente por el bosque, observó como las criaturas se reunían en un círculo y cantaban al unísono, parecían bailar; le daban la bienvenida a una criatura que el mago jamás en su vida había visto a pesar de vivir toda su vida en los lindes del bosque. Se trataba de una hada... y no cualquier hada, era la hada más hermosa, pues parecía de la realeza-pensó el mago; una corona de ramas y flores adornaba su cabeza desde la cual caía una larga y oscura cabellera, vestía un vestido largo y solemne el cual parecía tener vida, en su espalda se veían unas alas de color celeste que eran muy grandes y se batian con el viento, un rayo de sol se colaba por las ramas iluminandola como una estrella, ella cantaba con las criaturas del bosque y hasta el mismo tiempo pareció detenerse.