domingo, 25 de marzo de 2012

2. Nero


Él no es un tipo cualquiera. Frecuentemente sus allegados lo ven como un bicho raro al juzgar su manera de razonar y actuar. Posee cierta lógica felina y siempre hay algo que embruja su congestionada mente. Trabaja con los que él llama "perros" pero no se considera uno, su oficio militar le brinda con satisfacción todo por lo que lucha: la satisfacción de la persona que ama. Sí, ama desmedidamente y sin tapujos, por lo general es un tipo reservado, callado y frío pero no con su amada. Adora llegar en las tardes luego de aguantar miradas vacías y órdenes estúpidas para verla allí, esperándolo. Y gasta todo el dinero que gana en hacerla feliz, que para él es lo mismo que hacerse feliz a si mismo. Cuando no salen a algún lugar en específico, caminan por las calles con las manos en los bolsillos y luego llegan a su modesto apartamento a hacer el amor como dos locos.

Siempre cumple con su oficio sin preguntar, pero aquella tarde, las órdenes irracionales de algún cerdo baboso tras un escritorio le quitaron el sueño, las ganas, el alma, la vida. Debía proteger a otros cerdos en el campo de batalla... ¿Porqué? si la única persona que protegería con su vida lo esperaba en casa... El sentimiento se acumuló en su abdomen e hizo que se postrara, su novia lo esperaba y ya casi eran las 2:30.

Ella lo recibió en la puerta, como siempre solía hacerlo. Él se mordía los labios para que no se le escaparan las lágrimas. "Ven... tenemos que hablar" le preparó un chocolate caliente, la tomó de la mano y la llevó al sofá. Palabras... más palabras, excusas, lágrimas, promesas rotas, despedidas suicidas. Lunes en la tarde, abordó el tren. Lunes en la tarde, le dejó su corazón. Lunes en la tarde y desde la ventana le gritó: "Volveré".

Bastante tuvo que hacer para soportar tanta mierda lejos de su amada. Bastante tuvo que aguantar para no volarse la cabeza con sus ganas de volverla a ver... los asuntos se volvían más complicados, no había lugar seguro para él, no podía escribirle, no podía llamar... sólo aguantaba y luchaba para algún día volver.
La guerra incesante calló, después de tanto, el cerdo al que debía cuidar terminó con un agujero en la sien. A él no le importo, a Nero jamás le importó. Sólo existía un pensamiento: "Al fin volveré".

Con pasos torpes y afanados, bajó del tren y la imagen de Bianca despidiéndose allí mismo le taladró la cabeza... Ya son las 2:30 y él no ha llegado a casa. La tarde plomiza, el cielo nublado, las lágrimas de sangre. La puerta entre-cerrada (cariño, ¿dónde estás?), las cortinas cerradas (ya no me iré nunca jamás), su garganta cerrada, sus esperanzas también. La imagen que ante sus ojos desorbitados se presentó, lo dejó aturdido. Se acercó, pisó sus charcos de sangre, ella estaba sin vida y con ella sus sueños y su todo también (¿porqué ella y no yo?). Tomó su mano (Te amo), la besó en los labios (No sabes cuánto te extrañé), se acurrucó junto a ella y antes de activar el gatillo que ensordeció su vida, susurró:

"Pronto nos volveremos a ver. Te buscaré allí, donde cae el sol... y ya nada nos volverá a separar". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario